En mi reciente época de universitario, varias fueron las ocasiones en que tuve que evaluar la condición de mi bolsillo para determinar qué tan abultado quedaría mi estómago. Algo me quedaba claro, eso sí, lo nutritivo podría esperar, la cosa era dejar de pasar hambre. Por eso mismo cometí muchos errores, como comprar carne molida en un ekono y que terminó siendo basura envasada. Así, el ensayo y error me ayudó a dar con un plato que me acompañó casi todo mi último periodo de estudio; meses en que estuve al borde de la locura por una tesis que se me escapó de las manos, y luego por un examen de grado que violó hasta mi más íntimo y apasionado sueño. Por lo mismo esta receta fue fiel compañera de mi fatigada güata, ya que con su rapidez y economía pudo controlar mi desesperado cerebro:
Ingredientes (en mi caso era lo que comía todo el día, así que para 1 persona. Tú, si quieres, para 4): -1 paquete de tallarines.
-Mantequilla.
-Orégano.
-Aceite.
-Sal.
Preparación: 1.Hierve 1 ½ de agua (hervidor eléctrico, en la misma olla, lo que se te haga más rápido). Luego vacíala en una olla, también los tallarines, sal, aceite y orégano. Aplica fuego alto y cocina, destapado, por 10 minutos.
2.Cuando los tallarines estén al dente, apaga el fuego, cuélalos y vuelve a dejarlos en la olla. Ponles una cucharada de mantequilla, revuelve y voilà.
*Agrega queso rallado y despierta al sibarita que habita en ti.
No te puedo prometer que sea un plato que se ajusta a la pirámide nutricional, pero, al menos, es mejor que comer pan con kétchup y mayonesa. Y si yo sobreviví un buen tiempo a punta de esto, café y otras cosas, también lo podrá hacer cualquier otro humano que no ande haciendo pucheros debido al desbalance de su dieta. Además, aquí sigo yo, sanito y disfrutando el verano ¡A cocinar!
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