Me siento igual de sobrepasado con las aceitunas que con los pepinillos. Es que no tentarse, ser educado, sacar de una y dejarle al resto es casi imposible sabiendo que las posibilidades de rellenos son superiores a las variedades de este fruto. Cuando un bol nos arroja el exquisito perfume de aceitunas verdes rellenas con limón, ¿quién se comporta con decoro?; Cuando nuestra nariz se apodera de la seducción de unas verdes ahuecadas y completadas con ají o anchoas, ¿cómo controlar la animalidad? Es imposible y hay que arrojarse encimas de ellas como a uno se le plazca. “Permiso, yo me alimento como bestia”. Y si al dueño de casa no le gusta, debería considerar otro tipo de picoteo, uno desabrido, como natur y esas cuestiones que uno no imagina comiendo ni en reposo y con indigestión. Bien lo sabían los antiguos habitantes del mediterráneo al hacer al olivo parte importante de su mitología: las aceitunas son ricas, tan ricas que deben estar en el terreno de los dioses.
Y dentro de las muchísimas propiedades que tienen las aceitunas para con nuestro cuerpo, se pueden destacar: “Estimulan la secreción del jugo gástrico y favorecen la digestión, son una buena fuente de vitamina A y C, mejora la salud de los músculos, previene muchas enfermedades”.
Y de mis recetas favoritas, y que además podemos encontrar en Cookcina, imposible olvidar las siguientes:
1) Pastel de choclo: Esta receta sin aceituna queda a medias. Sí o sí debe llevarlas.
2) Empanadas de pino: Me ha tocado comer empanas de pino sin aceitunas y me he sentido profundamente ofendido.
3) Ensalada ibérica: Las aceitunas son un ingrediente ideal en ensaladas, y este es el ejemplo perfecto.
4) Ensalada waldorf: El segundo ejemplo perfecto de ensalada.
5) Martini: Nunca me he sentido tan elegante como aquella vez en que bebí un martini seco y en la copa venía una aceituna de adorno. Sentí que me rodeaba una clase inmerecida.
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