Congelar tus alimentos puede ser la mejor manera doméstica de ahorrar dinero y recursos. ¿Para qué botar algo, si puedes guardarlo y comerlo más adelante, incluso creando nuevos platos en base a los primeros? Pero ¡OJO! No todos los alimentos se pueden congelar o, mejor dicho, no todos se pueden congelar tan fácilmente.
Congelar un alimento evita y/o retarda que proliferen en él agentes patógenos que produzcan su descomposición. De esta manera, un alimento puede perdurar en nuestro refrigerador por mucho más tiempo. No obstante, los alimentos tienden a perder textura, forma e incluso, olor. Es por eso que habrás escuchado muchas veces que un plato descongelado no está igual que el original.
Según expertos “todo alimento puede ser congelado”, el detalle está en el cómo. Se aconseja usar el sellado al vacío, mecanismo para el cual existen máquinas disponibles en el comercio, pero no es totalmente accesible. Para la persona común y silvestre, se recomiendan algunas consideraciones básicas:
- Alimentos frescos: Son aquellos que no necesitan de mayores intervenciones para ser preservados. Quizás se pueda aconsejar que sean congelados según se quiera utilizar. Por ejemplo, guardar un pollo, carnes rojas o pescado trozado si lo quiero en pequeñas porciones. Así evitas estar congelando y descongelando una y otra vez el mismo producto. No congelar más allá de dos meses.
- Necesitan cocción previa: Especialmente las verduras deben ser cocidas antes de ser refrigeradas para aminorar su deterioro natural. Asegúrate de que antes de guardarla esté bien escurrida y que el envase en el que guardes, esté bien sellado. De preferencia usar envases rígidos y no congelar más allá de un mes.
- No es recomendable congelar: Hay alimentos que no recomendamos congelar, ya que, al ponerse nuevamente en contacto con altas temperaturas, pierden totalmente su consistencia. Es el ejemplo claro de las papas, el arroz o los fideos.