Dependiendo de dónde crecimos, es como le llamamos al maravilloso, crujiente y poco calórico pan de cuatro trozos. Yo nací y crecí en La Serena, por ende siempre lo conocí y llamé por pan francés, al igual que en el sur. En la quinta región de nuestro país, y alrededores, se le llama pan batido y, en la región metropolitana marraqueta. Sea como sea como se le diga, el pan francés es un clásico en los hogares y familias de nuestro país, sobre todo a la hora de once.
Los orígenes de este pan en base a harina blanca no se ha especificado, aunque el botánico y naturalista francés, Claude Gay, postuló que el consumo de este pan habría comenzado en Chile a mediados del siglo XVIII. Otra teoría apunta a que se comenzó a consumir tras la llegada de dos panaderos franceses de apellido Marraquette al puerto de Valparaíso a comienzos del siglo XX.
Siguiendo a Alemania, Chile es el segundo país donde más se consume pan, siendo un 70% de la producción el pan francés, batido o marraqueta. No por nada nació la jerga futbolera de que en la mañanas, tras una victoria, la “marraqueta está más crujiente”.
Tan importante y popular es este pan en Chile, que para los que han estado lejos del país por un tiempo considerable, es una de las cosas que más se extraña. Aunque nos cueste imaginarlo, en la mayoría de los países vecinos es común consumir pan dulce más que el salado, por lo que conseguir pan salado de tipo marraqueta resulta una misión casi imposible. Ni hablar de una marraqueta con palta, ya que esta mezcla chilena es mirada como bicho raro en otros países.
Dicen que el pan engorda, que es malo para nuestra alimentación, que hay que eliminarlo de nuestra dieta, pero la marraqueta es casi una excepción. Dentro de toda la variedad de panes, es una de las más saludables, económicas y con menos calorías, presentando solo 160 calorías aproximadamente. ¡Así que a no sentir culpa y a seguir disfrutando del rico pan francés!
¿O cómo prefieres llamarlo tú?