El pan tostado es un placer, sin lugar a dudas. Se puede comer a cualquier hora del día y va bien con cualquier ingrediente. Mis acompañamientos favoritos son la mantequilla, palta y jamón, o queso crema. Para los paladares más dulces, el primer acompañamiento que se me viene al a cabeza es la miel. ¡Qué rico el pan tostado con miel!
Existen diversas formas de tostar el pan. La que siempre ocupaba mi familia es con la tostadora a fuego directo, aunque había que tener cuidado de que no se te fuera a pasarse porque si no se podía quemar. ¡Aunque un poco quemado también tiene su gracia :)! Otra opción es la tostadora eléctrica, este invento vino a transformar las tostadas en una especie de galleta crujiente, con sólo presionar un botón. Curiosamente, en 1893 ya existía una tostadora de resistencias eléctricas comercializada por la compañía Crompton & Company del Reino Unido.
Pero sigamos con las ventajas del pan tostado. Es una delicia bastante económica y permite aplazar la durabilidad del pan. En mi casa, tostar el pan añejo era un clásico, ¿quién no humedeció un pan duro y después lo puso en el tostador? ¡Y como queda tan rico, ahora como tostadas dos o tres veces a la semana!
Existe un mito que dice que el pan tostado es más saludable. Sin embargo, no hay nignún estudio que así lo confirme. En el fondo, pan tostado o pan sin tostar, las calorías no cambian. La única diferenia es que el pan tostado pierde agua y, al comerlo, te da una sensación de saciedad, lo que hace que comas menos. O sea, es rico y nos ayuda con nuestra adicción al pan.
Yo sigo siendo fan de la tostada con mantequilla y jamón. Un sabor inconfundible, irresistible y que además me evoca recuerdos familiares alrededor de una estufa tomando el té.
Y tú, ¿con qué prefieres untar el pan tostado?
Foto: Flickr Roselyn Rosesline