A la hora de cocinar generalmente nos preocupamos de la calidad y de los beneficios de los alimentos que estamos consumiendo. Muchos se preocupan de que las cosas que comen no sean dañinas para la salud, pero es menos común que la gente se preocupe sobre si el tipo de materiales que están ocupando pueden influir en su salud de algún modo.
Más allá de los utensilios, el tipo de olla en la que cocinemos puede marcar la diferencia. Además de incidir en el sabor y la consistencia de nuestra comida, podría también influir en los nutrientes, aumentando o reduciendo su pérdida. Los olores también se verán intensificados con ciertos materiales y si la olla está defectuosa, podría quemar los alimentos.
En esta oportunidad les quiero hablar de dos tipos de ollas, o más bien de lo que están hechas:
Las de acero inoxidable: El acero inoxidable es uno de los materiales más recomendados a la hora de escoger nuestras ollas. Se trata principalmente de hierro común, al que se le agregan hasta ocho aleaciones diferentes, incluyendo el cromo. Esto le da propiedades antioxidantes y evita reacciones químicas que puedan contaminar la comida. El acero inoxidable, además, es resistente a las temperaturas elevadas y a la corrosión. Otro punto a favor es que soporta bien los golpes y es muy fácil de limpiar. Sin embargo, también tiene algunas desventajas. El acero inoxidable no suele ser buen conductor de calor. Otro punto en contra es el precio, ya que -en general- las ollas de este material no son muy económicas.
Las de cerámica: Se trata de un material que nace de la combinación de la arcilla y del barro. Una de sus ventajas es la porosidad o la capacidad de permitir que el vapor excesivo se escape de la olla, dejando sólo la humedad necesaria para que así los alimentos se cocinen mejor. Precisamente por esta porosidad, la mayoría viene con un revestimento, a modo de decoración, para controlar esta característica. No obstante, esto se vuelve precisamente una desventaja, ya que el revestimento puede tener ciertos pigmentos que contienen plomo, un metal que podría añadirse a los alimentos. Esto puede provocar un riesgo a la salud, ya que los pigmentos también tienen una reacción en forma natural, cuando se presentan alimentos ácidos. Debido a lo anterior, es que a la hora de adquirir una olla de cerámica, se debe verificar bien si su elaboración está certificada. Otra recomendación es lavarlas a mano.
También hay quienes afirman que no estamos a salvo con ninguna olla, porque de todas formas nos podrían afectar algunos de sus elementos tóxicos. Por ello, para los más desconfiados, están las ollas de acero quirúrgico o acero T-304, las cuales serían las más seguras y menos tóxicas.